Este es el Blog de Luis Martinell Gispert-Saúch

El Paralelo 42N, entre las longitudes 2,46E y 3,11E, entre el Gironés y el Empordanet, están los orígenes de mi familia:
Vilabrareig, Corsá, Ullastret,Palafrugell. Mis mejores recuerdos: Calella de Palafrugell, y, en fin, nuestra actual residencia: Llofriu.

El Paralelo 42 lo compartimos con otras muchas ciudades del mundo, entre ellas Ajaccio, capital de Córcega, y Roma.

Este lugar ha sido el origen de mis modestas singladuras, y lugar de inspiración para vivir.

Esté donde esté, siempre escribo desde aquí.

jueves, 24 de mayo de 2012


La manga de los veleros.



Nunca he escrito nada sobre la manga.

Acaso alguna leve referencia, pero lo que se dice tratar el tema, no.

Mi afición a la náutica, mi natural inclinación a observar, y siempre el buen humor, me ha llevado a escribir algunas líneas sobre esloras, bicheros , oficios, sueños, … pero sobre la manga no.

Y es que me da un poco de pereza.

Porque la manga es una dimensión complicada.

Para empezar eslora solo hay una. ( Bueno está la eslora de flotación, la eslora del casco, y la eslora total.) Pero ante un casco sin más, fuera del agua, hay una única eslora aparente. La del casco.

En cambio,  mangas hay más: la manga máxima, la manga en popa, la manga en cada una de las cuadernas… hay infinitas mangas. Una para cada una de las distintas secciones del barco.

Además la manga máxima a veces está en la parte de la regala, y otras veces más abajo.

En estos casos la fabricación del barco debía de hacerse en dos mitades por la imposibilidad de desmoldar.

La manga es una dimensión que limita.
Limita el caber en un amarre. En barcos pequeños limita el transporte normal por carretera… La eslora no tanto.

Y sin embargo la manga es necesaria… entre otras cosas para hacer banda en regatas.

Tengo que reconocer que una vez has diseñado la manga del  lado de babor, la de estribor es fácil porque es simétrica.

En cambio la eslora, cuando has diseñado la mitad de proa, no te sirve nada de lo que has hecho para diseñar la mitad de popa.

La verdad que no sabría por dónde empezar a diseñar un casco de un velero.  Me han dicho que hay programas informáticos para proyectarlos… pues ya está.

Me divertiría más diseñar la cubierta, con su casita bien alta, sus ventanas para ver, su espacio a proa para tumbarse al sol, sus pasillos laterales para ir a proa… Y la bañera, y el puesto del patrón ( bien alto para ver por dónde vas, con tanta caseta y tanta gente tomando el sol).

Y toda la maniobra bien integrada. Los cabos que no rocen con nada. La situación de los winches, las mordazas del piano… etc.  etc.

Todo ello mucho más creativo y doméstico.

Es por estas razones que siempre me ha dado pereza escribir sobre la manga de un velero.

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Antes he hablado del  piano, de visibilidad, y  he mencionado regatas, se me ocurre una idea.

Los tripulantes que quieran regatear, y sean bajitos, que se ofrezcan a los armadores para el piano. Seguro que serán bien recibidos.

martes, 22 de mayo de 2012


Ciutadella

Son las tres de la tarde.

El viento (siempre el viento) mece las ramas de los árboles  y nos trae aroma de mar y de pinos.

La luz dibuja sus limpias y móviles sombras en las fachadas de los palacios de la “Plaça d’es Born”

Respiramos profundamente, y experimentamos  una vez más las sensaciones de la llegada a Menorca.

Talayotes, dólmenes, navetas, palacios… piedra.

La materia transformada por el hombre,  rodeada de mar,  viento,  y tierra, nos hace sentir inmersos en un tiempo que no pasa.

De mi libro de bitácora, 9 de julio de 1994

Oda a l’arrós negre
Dedicat a les àvies de l’Empordá



Arrós negre ¿Qué t’han fet?
Que t’han ben embadurnat
de tinta de calamar
o de sepia, tant li fa.


Fins i tot et fan conviure,
Com si no fossis prou bo,
A més de gambes i sépia,
Amb trossos de costelló


Si a la tinta de la sépia
Hi poses vi barrejat
No saps si es un arrós negre
O sembla més un guisat.


Arrós negre ¿Qué t’han fet?...
¡Tot ben barrejat, mestressa!
T’han omplert d’ingredients
¿es arrós negre o disfressa?


A l’arrós una tomata
(com a un trajo:  una corbata)
Pero si n’hi poses més
No vas vestit.  Al revés !


Si t’agrada un puntet àcid
Res a dir.  Pero si et passes
No vas vestit : vas guarnit
¡Molta fatxa i poc esperit !


L’arrós negre que es més bo:
Senzill, i capaç de cloure
Com três notes d’un acord
La flaira, el gust i el color.


El color el dona la ceba,
i per completar la terna
sepia, gambes, i un fumet…
i si pot ser de lluerna !


Lluis Martinell 20/5/2006

lunes, 21 de mayo de 2012


1.- El Bichero

El bichero: es un palo largo terminado en un gancho y una puntera redondeada.

 Se usa a menudo cuando amarramos, para alcanzar a coger las amarras o el cabo del muerto de popa.

Los más expertos lo llevan preparado en cubierta del barco, mientras este se va acercando al pantalán. Así, en el último momento, puede hacer uso del mismo si es necesario.

Sin embargo,  este no es el espectáculo que muchas veces nos ofrecen las "tripulaciones":
Miremos primero cerca de la bocana del puerto cuando entran los barcos.                                                                                          Veremos cómo alguien coge el bichero y corre veloz a la proa.
(-¿Para qué lo quieres?
-No se... pero tengo un bichero !...)
Tenerlo con tiempo parece que da seguridad.
Observemos ya cerca del amarre: el portador del bichero se mueve de proa a popa y viceversa, buscando el sitio idóneo...- para...?...

Una vez que el barco entra en el amarre, y poniendo en evidencia la pericia del Patrón, el portador del bichero "hinca" su punta en la cubierta del vecino de estribor, luego en el de babor, y por fin en el pantalán.
"¡Señores, que ni los barcos vecinos son miuras ni esto es una corrida con picadores!"

A menudo se complementa esta "maniobra" con la de sacar un pie por proa para parar el barco. Acción que, con el culo sobre la proa, un pié colgando, el otro contra el pantalán y los brazos en alto sosteniendo el bichero, es de mayor dificultad que colocar un buen par de banderillas.

Mientras, hay alguien que reclama a gritos el bichero para pescar la guía, pero claro, el bichero lo tiene el de proa a modo de percha de un funambulista de circo.

La imagen se completa con el marinero dando amarras, y otro tripulante perplejo pues no sabe donde hacerlas firme (el lugar está ocupado por el culo del tipo del bichero)

Las mil situaciones cómicas que se dan son, a veces, presagio de pequeños accidentes con daños materiales, e incluso personales.

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Hubo un tiempo en que pensé que debería prohibirse el bichero, pero aceptando la eficacia del sencillo artefacto para pescar cabos, no voy a poner en tela de juicio su noble destino.

Aunque sugiero que para su uso por manos no expertas (tripulantes sin titulación) debería diseñarse un curso obligatorio que comprendiera varias materias, a saber:
-Maniobra de atraque
-Nociones de física:
"una fuerza aplicada sobre un plano, de forma oblicua tiende a
resbalar y rayar el gel coat".
"estudio comparativo entre la fuerza que se puede aplicar con un bichero o con el pie, y la fuerza de 5 TM acercándose al pantalán
"
-Cursillo de autoayuda y autoestima con examen práctico:
"El alumno debería acreditar que puede entrar por la bocana del puerto sin bichero, y sin sollozar"

Ante la dificultad de tales estudios hay la posibilidad de que alguien no apruebe.
En este caso tengo la SOLUCIÖN: un bichero blando, como de goma, con la suficiente rigidez para pescar un cabo,  pero blando, sin posibilidad de empuje.

Este bichero, (que podría utilizar gente sin título), podría usarse desde la bocana, aumentaría la sensación de seguridad y autoestima sin otras consecuencias.
Y no haría falta homologarlo ya que la única cualidad: Blando versus Duro, no es homologable. Es simplemente una evidencia. ¿O no?






2.- El regreso.

Siete de la tarde, hora de llegada de muchas barcas.

Por la dársena asoma una motora de 7 m. Dentro de su alta cabina el patrón, y a popa, en la bañera, los 5 tripulantes.

El viento, aunque leve, provoca un cierto desplazamiento lateral a la embarcación, mientras esta se acerca al amarre con finguer situado en un pantalán sobre pilastras.

Desde mi punto de observación se intuyen las órdenes del patrón, más por los gestos que por las voces que da desde su semicerrada cabina.

Llegado al lugar exacto, pretende girar a la izquierda para entrar en la plaza. 

Pero ni la dársena es una calle, ni el barco es un coche.

Y claro , al llegar frente al amarre y virar a babor, el viento, que sigue empujando, provoca que la proa de la barca choque con el finguer, mientras su popa sigue desplazándose.

 El resultado es que la barca queda completamente girada mirando en sentido contrario a la marcha inicial.

El patrón, sin duda buen conductor de automóvil, no entiende por qué ha ocurrido.

 Vocifera y gesticula dando a entender que alguien, que no es él, tiene la culpa. Mientras, los 5 tripulantes siguen de pié e inmóviles, en la bañera.

Al segundo intento, y a base de empujones, consigue meter la barca en el amarre.

A requerimiento del patrón, que sigue en su cabina, un tripulante se encarga de amarrar la popa.

Para ello salta al finguer flotante, que por momentos se hunde. Se arrodilla sobre el mismo y desde esta posición inicia la tarea de atar la amarra a la barca.

El finguer y la barca suben y bajan desacompasadas. El “amarrador”  parece una bisagra humana que une barca y finguer. Y lo que debía ser un nudo marinero, se torna interminable, pareciéndose más a un macramé que otra cosa.

Mientras, el patrón sale de la cabina, va hacia proa y salta al pantalán. Una vez allí, vociferando hace señales al resto de tripulantes para que le ayuden a amarrar de proa. Los cuatro, por una vez voluntariosos, se abalanzan hacia la parte delantera de la embarcación que por el sobrepeso se hunde un  poco, en el preciso momento que el empuje de una olita inoportuna provoca que la proa se meta debajo del pantalán.

El patrón grita llevando sus manos a la cabeza.

Los 4 tripulantes, aturdidos, se retiran rápidamente hacia atrás de modo que la proa tiende a elevarse, quedando aún más aprisionada.

El Patrón se sienta en el pantalán, con una pierna a cada lado de la proa, empujando y llevando las manos alternativamente a las rodillas, cabeza, cielo, cabeza, rodillas, sin dejar de vociferar y de empujar.

Mientras, el “ hombre bisagra” sigue arrodillado en el finguer  con medio cuerpo en la barca, acabando de amarrar, y su espalda se dobla… y desdobla….

 Los otros cuatro tripulantes permanecen inmóviles en la bañera.

De repente una pequeña ola desbloquea la situación quedando la proa libre.

El patrón respira hondo, y ya más relajado, se dispone a amarrar de proa.

Terminada la maniobra, bajan todos al pantalán, toallas, chanclas y neveras incluidas, y allí el patrón da la explicación de lo ocurrido.

El tono de voz es más pausado, y ha sustituido los anteriores gestos alarmantes por una mímica docente.

Desde mi punto de observación no entiendo lo que dice, pero está claro que ha perdonado a los culpables del desaguisado.

La comitiva de los cinco tripulantes caminan pausadamente hacia el muelle, al son del chasquido de las chanclas, mientras arrastran las toallas y llevan entre dos, la nevera.

El patrón, siempre último en abandonar el barco, se coloca un chaleco azul marino sobre su camisa blanca, luego se cuelga una mochilita a la espalda, y un colgajo con enseres al cuello. En el cinto, el teléfono y el estuche de la navajita de patrón, y completa el conjunto con una gorra de larga visera con no se qué publicidad.

Después de cerrar la puerta corredera de su cabina, salta la pantalán, y con paso firme se dirige al muelle.

De repente se detiene, se da la vuelta, y contempla por unos segundos su barco.

Al proseguir su marcha tropieza con una manguera y casi da de bruces en la torreta eléctrica.

Los tripulantes, que desde el muelle lo esperan aburridos con sus pertenencias en el suelo, no se atreven a reír y vuelven sus rostros a otro lado.

El Patrón, ya compuesto, sigue caminando, y se pone al frente de la comitiva que ve , paciente, como se va deteniendo a observar otros barcos.

Esta anécdota real demuestra que no es necesario un bichero para amarrar de forma disparatada.






3.- De mecánicos, olores y desorden.

Un tertuliano del puerto decía , hace años:

-Es imposible que haya buenos mecánicos náuticos, porque se trabaja en pésimas condiciones,  adoptando posturas incómodas en húmedas sentinas  con  predominante olor a gasóleo.  Y un buen mecánico encontrará fácilmente trabajo en un taller de automóviles, de condiciones mucho más cómodas.

Aunque la reflexión tenía sentido, puedo asegurar que en la náutica hay excelentes mecánicos.

Los he visto trabajar, y he visto los resultados.

Además las sentinas ya no tienen el predominante olor a gasoil.

Desde el invento del depósito acumulador  de aguas negras, obligado por normativa, puedo asegurar que el olor predominante a gasóleo ha cambiado. Y mucho.

Diría que ha sido sustituido.

Antes de la obligatoriedad de llevar instalado un tanque de aguas negras en los barcos de recreo, las heces humanas (materia orgánica) se vertían directamente al inmenso mar.

Mal !  Muy mal !

Aunque la verdad es que la materia orgánica que nos ocupa quedaba muy repartida. ( Aunque, insisto,  esto estaba muy mal.)

El artefacto en cuestión  es un depósito que puede guardar , dependiendo de la embarcación, unos 60 litros de aguas sucias. El sistema acaba oliendo mal. Garantizado.  (Aunque para paliar el desagradable efecto venden productos desodorantes que se vierten en el tanque.)

La forma de vaciarlo es por aspiración, mediante los equipos instalados en muchos puertos.

También cabe la posibilidad, según dicen los reglamentos, de soltarlo al mar una vez triturado, a una determinada distancia mínima de la costa y a cierta velocidad, mediante sistema de bombeo instalado en el propio barco, o simplemente por gravedad.

La realidad es que he visto demasiado cerca de la costa, e incluso cerca de alguna bocana de puerto, manchas que evidencian que allí han vaciado el tanque.

Y es que si se lleva el tanque lleno, y el puerto no tiene instalación, o no funciona, o falta la boquilla…,   o el patrón es un desaprensivo, a menudo se acaba soltando la carga sin respetar distancias.

Deplorable. Hay que ser respetuoso con el medio marino, y cumplir las normas.

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De todos modos ahí va mi reflexión, centrada en la náutica de recreo:
La materia orgánica, en sí, no puede considerarse suciedad.
Diría más:
La suciedad es un concepto relativo
La suciedad no existe.
Lo que si existe es el desorden.
Es decir que según que substancias estén en concentraciones, y fuera de lugar.
Con el sistema, lo que no se puede negar es que  se ha conseguido  concentrar la caca.  (Nunca antes se habían concentrado defecaciones en volúmenes de 60 litros, en un lugar habitable, durante días.)
Con el sistema se ha llegado al desorden !



  

4.- Oficios:

En el mundo de la náutica intervienen muchos y variados oficios, a saber:

Mecánicos

Especialistas en hélices

Electricistas, y fontaneros

Especialistas en Electrónica

Técnicos en Comunicaciones

Especialistas en fibra de vidrio y de carbono, Enfibradores, masilladores, pintores, pulidores, rotuladores.

Técnicos en jarcias, mástiles, cables

Veleros

Herreros,  montadores de acastillaje, maniobra y herrajes de cubierta

Especialistas en cabuyería, desde amarras hasta drizas y escotas pasando por grilletes textiles.

Carpinteros y barnizadores.

Tapiceros,

Frigoristas… etc

Todos ellos  forman el conjunto de servicios necesarios durante gran parte del año, que harán posible que tengamos el barco a punto para que, en verano, podamos salir a navegar unos días.

Y después están los “bricoleros”. Aficionados , con habilidades manuales, e imaginación, que emulan a los especialistas, autoabasteciéndose, no siempre con rotundo éxito, pero, esto sí, a menor coste.

Pero, volvamos a los especialistas:

Muchos de ellos han progresado, y en los años de bonanza económica han abierto su propio negocio, y se han convertido en empresarios.

Estos negocios, que en principio se ceñían a su  especialidad original, se han ido ampliando a otros servicios, por aquello de no perder oportunidades,  cuando entra algún  cliente.

Y así, hoy día en los puertos y sus alrededores, podemos encontrar  muchos comercios “ multiservicios”.

El reto que se nos plantea es el de  investigar  y averiguar cuál es el oficio originario de cada establecimiento. Qué es lo que realmente saben hacer, y en qué han acumulado experiencia.

Si consigues averiguarlo estás salvado, porque sabrás a dónde dirigirte para cada problema.

De lo contrario corres el riesgo de poner tu barco en manos de operarios poco expertos, o de subcontratas.

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Recuerdo que en una ocasión entré en uno de los establecimientos “multiservicios” para informarme sobre la posibilidad de cambiar la hélice fija por una plegable. El dueño del establecimiento me dio una explicación sobre las distintas opciones, aunque sin concretar mucho. Como en aquel momento no tenía ningún catálogo a mano, quedamos que pasaría el siguiente fin de semana.

El siguiente sábado entré y me atendió la esposa del empresario. Le dije que había quedado con su marido para ver catálogos de hélices, y me respondió

-¿Catálogos de hélices? Aquí no tengo ni he tenido. Nunca hemos cambiado una hélice.

Le di las gracias por atenderme y me marché antes de que llegara el marido, para evitarme la escena.

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En otra ocasión a un vecino de pantalán le construyeron, a medida, una puntera basculante de acero inoxidable ( pieza por donde discurre la cadena cuando echamos el ancla),  con tanta mala pata que no basculaba, porque el eje de giro estaba a popa y quedaba permanentemente colgando hacia abajo, sin ninguna utilidad.

Fue tal el  entusiasmo con que me enseñó el artilugio el armador, que fui incapaz de dar mi opinión, ni en forma de crítica constructiva.

Un temporal de levante le hizo el favor de provocar tal golpe de la puntera al pantalán, que aquella quedó fuertemente dañada.

Aproveché para decir al armador que había visto otra puntera basculante que realmente basculaba, le expliqué cómo era y le dije que, en mi opinión,  todavía funcionaría mejor que la que tenía.

El hombre, medio convencido, aprovechó la reparación para modificarla.

No se si el cerrajero aprendió algo.



Y es que si no vas a la fuente, con la certeza de que quién contratas es un profesional especialista , puedes acabar poniendo tu barco en manos de poco más que “bricoleros”.

Esto sí, de” bricoleros” con Seguro de Responsabilidad Civil

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5.-Esloras de veleros

Es conocido el tópico de que a todo  barco, cualquiera que sea, siempre le falta un metro de eslora para ser ideal.

En las veleros pequeños, un metro más supone un gran cambio. Además de las lógicas prestaciones y comodidad de navegación, puede permitir una litera doble a popa, o un segundo camarote independiente a proa, o una cocina en ángulo, una mesa de cartas completa, o un gran cofre a popa.

A medida que la eslora va creciendo podemos encontrar dos camarotes a popa, un segundo baño y otras comodidades.

Cuando alcanzamos esloras importantes, un metro más representa un cambio menor.

Pero entonces se produce otro fenómeno. Algunos astilleros, en vez de ofrecer más cabinas, dotan al barco de grandes y espectaculares salones.

Y claro, para que un espacio sea grande, es sabido que las paredes deben estar lejos una de otra.

Y, en consecuencia, los asideros, o agarraderos, también lo están.

Yo propondría a los expositores  de las muestras náuticas a flote, que incluyeran en sus normas deontológicas ( se supone que las tienen) que los veleros deben exponerse escorados.

Si.  Inclinados.

Todos para el mismo lado para que los mástiles no se toquen.

Visitar un velero así expuesto es la primera prueba para la futura paz familiar.

Si conseguimos agarrarnos a algún sitio para evitar resbalar por el  pulido suelo, y lo hacemos de la forma más natural, sin sobresaltos, habremos superado la prueba.

De lo contrario, un resbalón,  un “¿dónde me cojo?”,  es presagio de futuros problemas, y abandonos.

Hacen bien los astilleros en diseñar las maniobras para poder navegar en solitario, por si acaso…



Pero, volvamos al principio. La eslora, además de ser la medida que indica de forma intuitiva la  comodidad, tanto en navegación, como del espacio interior,  es, para algunos armadores, ( muy pocos, pero los hay),  por encima de todo, un logro.

Un logro social.

Y los astilleros lo saben. Y rubrican a sus modelos con nombres seguidos de un número, redondeado por arriba, que refleja la eslora.

Y además en muchas ocasiones toman como base la eslora total, incluidos balcón de proa y escalera de popa.

Si además tenemos en cuenta que hay barcos con notable lanzamiento de proa, puede darse el caso de dos veleros  con nombre comercial de 32 pies, uno puede referirse a eslora de casco, tener poco lanzamiento, y en consecuencia una eslora de flotación cercana a los nueve metros,

Y otro cuyos 32 pies sean en realidad algo más de 31 de eslora total. Que su eslora de casco sea de 30.5 pies, y que tenga gran lanzamiento de proa, y por tanto su eslora de flotación de poco más de siete metros y medio.

Pero si de logros se trata, conseguir un 32 pies de tus sueños se hace realidad en ambos casos.

Otros armadores, sin embargo, estudian, con más o menos acierto, sus necesidades ,  su programa de navegación y otros criterios estéticos y económicos para escoger barco.

Par concluir, en función del programa de navegación y , claro está, de las posibilidades económicas, me atrevería a hacer dos afirmaciones:

La primera:  Para cada armador hay una eslora ideal.

La segunda:  Muy pocos navegan en su eslora ideal.

Y de estos últimos, unos todavía no han llegado, y otros ya se han pasado.



Hablo en tercera persona porque no se en que grupo me encuentro.

Tendré que reflexionar.





6.- Sueños

Al terminar el invierno empiezan a rondar por nuestra cabeza algunos planes para las grandes singladuras del verano.  Son planes inconcretos, pero planes al fin.  En plural. Por dos razones porque son opciones diversas, y porque no queremos rendirnos a consumir nuestros sueños de una vez, sino que imaginamos  pequeñas singladuras a modo de prueba antes de las autenticas vacaciones.

Cerca ya del inicio de la primavera, y con los proyectos todavía desdibujados,  nuestras ansias nos llevan a empezar a llenar el barco de cachivaches “por si acaso” “por si pesco” “por si hago inmersión” “por si leo” “por si escribo” “por si las moscas …” etc.

Poco a poco los diversos enseres se sedimentan en el fondo de cofres, sentinas y cajones, en estratos cada vez menos ordenados.

 Mientras, las salidas domingueras, hacer fondos en el  varadero, y el pago de facturas, nos hacen olvidar la mitad de las cosas acopiadas a bordo.

Llega el verano y con él los días largos, y algún puente .

Zarpamos en cortas singladuras, encajadas en la agenda del fin de semana.

Ya en vacaciones, (las únicas vacaciones del año, y gracias…) una vez repartidos los días a gusto de todos, zarpamos en lo que es la singladura del año.

Tantos sitios donde ir i en tan poco tiempo…

Cuando se acaban las vacaciones, seguimos navegando entrado el otoño, mientras el tiempo lo permite.

Y llega el día que el mar no esta bien, y nos dedicamos a poner orden a bordo.

En la tarea, nos damos cuenta de la cantidad de cosas que hemos embarcado y no hemos utilizado.

Y las sacamos, y las limpiamos y las guardamos por si son útiles para la próxima temporada.



En primavera llenamos el barco de sueños que en verano llevamos adormecidos y en otoño  se desvanecen.






7.-QUISIERA TENER EN EL VELERO:….

Una pecera de cristal con un pez de verdad.

En cubierta, una diana, y unos dardos atados a un largo cordel.

Un periódico de economía, sin fecha.

Un gabinete de prensa.  (No se…,  me gustaría.)

Una diadema para la cabeza en forma de gafas de sol , para salir de noche. (Modelo sin cristales para cabellos grasos)

Un delantal de cocina. (Queda de auténtico anfitrión .)

Quizás una bata de estar por casa. ( Para cuando se van los invitados)

Un freno de mano. Se tendría que estudiar el mecanismo, pero podría ser muy útil.

Dos alianzas, por si a alguien le da por casarse en plena travesía.

Un equipo de supervivencia de alta montaña, por si te pierdes.

Un gatito simpático y muy salao.

Un campanario ( la campana no,  que ya la tengo)

Un ambientador con olor a pino. ( En casa tengo uno con olor a mar, y va muy bien)

Una herradura de  acero inox.  Aisi 316 ( Da suerte)

Más velas. ( Más mástiles no)

Unos prismáticos que se estén quietos.

Parches de colorines para los ojos ( para regalar a los hijitos de los piratas)

Una segunda  pasarela para el servicio ( siempre viste)

Una tabla doble faz ( surf / plancha camisas)

Un jabón que sirva para todo ( Cara, cabello, cuerpo, ropa, vajilla, cubierta, sentina…)

Un ladrillo.  Diréis ¿ a quién se le ocurre llevar un ladrillo en un barco? Y ¿Para qué?. Pues para nada, ahí está la originalidad.

Un botiquín de “parafarmacia”, para largas travesías. Sin receta. (Por razones obvias)

Una línea de vida

Otra línea de fondeo. (por seguridad)

Una línea ADSL

Otra línea de flotación ( por seguridad)

Una cuenta atrás (para zarpar pronto)

Otra cuenta adelante (para equilibrar pesos)

Un sistema democrático ( para navegaciones en solitario)

Una guitarra de butano ( para no gastar electricidad)

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8.-Bichero plegable  
Hay un modelo de bichero que es plegable.
Yo tengo uno que lo era, y ahora es fijo. No es que haya mutado. O quizás si.
Pero, vayamos por partes.
Si observamos nuestro cercano mundo cotidiano, veremos que nos rodean infinidad de objetos o útiles que son plegables:
Una silla plegable,
una mesa de camping,
una tumbona,
un tendedero,
una bicicleta plegable,
una navaja ( o cuchillo plegable),
un paraguas,
un parasol,
una puerta plegable,
una escalera plegable,
una sartén con asa plegable
un taburete,
una caja plegable.
Estos objetos, y otros muchos, tienen algo en común: todos se pliegan por el sistema de bisagra.
¿Será este sistema de pliegue el más racional?
Sin ir más lejos, el propio ser humano es plegable. Y por el sistema de bisagra.
Así,  los dedos se pliegan sobre las manos mediante las bisagras de los nudillos.
El antebrazo brazo se pliega sobre el brazo por medio de  la bisagra del codo.
Y así las piernas,  y el resto del esqueleto, pasando incluso por la mandíbula.
Y no solo el ser humano, sino el resto de mamíferos terrestres son plegables por el sistema de bisagras.
¿Qué digo mamíferos? Puedo afirmar también que todos los vertebrados plegables en general, lo son por el sistema de bisagras.
Más allá de los mamíferos y vertebrados, podemos hallar bisagras de pliegue en los insectos, incluso los erizos de mar tienen una boca cuyo esqueleto es un conjunto de bisagras que recuerdan las pinzas múltiples de algunas grúas para cargar grandes piedras.
Si, algunos animales invertebrados, como los gusanos, encogen, pero no son estrictamente plegables.
Esto me lleva a pensar que el hombre, al diseñar los objetos de los que hablamos, ha copiado a la naturaleza. Y ha hecho bien, porque el sistema es simple y funciona. Tiene un mínimo rozamiento, un mínimo número de piezas, y hay pocas averías. Y, de haberlas, son fácilmente subsanables, quedando la articulación como nueva.
Lo sorprendente es el rebuscado sistema de pliegue del bichero.
Lo ha diseñado el hombre solito, y por esto no se puede negar que es original.
El sistema se basa el dos tubos concéntricos cuyo diámetro exterior del menor coincide con el diámetro interior del mayor. Van uno dentro del otro, y el menor lleva en su extremo una pieza de plástico excéntrica
Al girar el tubo interior en cierto sentido contrario al exterior, la pieza de plástico se desplaza del eje de ambos tubos y hace presión sobre el tubo exterior, de modo que ambos tubos quedan fijados temporalmente hasta que se quiere plegar. Entonces se giran enérgicamente los tubos en el otro sentido, la pieza de plástico se desbloquea y libera un tubo del otro, que es cuando se pueden empujar entrando totalmente el pequeño dentro del grande y, en definitiva quedando plegado el bichero.
Si los otros sistema de plegado mediante bisagra está copiados de la naturaleza, debo recordar que el bichero se usa en un medio natural el aire libre y el mar
El agua de mar penetra por los intersticios del artilugio, y, con el tiempo se evapora, dejando miles de cristales de sal en el interior. La sal, aparte de que aumenta la fricción entre las piezas y limita el deslizamiento, retiene humedad, provocando oxidaciones y también que se adhiera suciedad, aumentando así las nefastas consecuencias que perjudican el buen funcionamiento del sistema de pliegue.
Tanto es así que, a menudo hay que dar agua dulce sobre el bichero, y mejor si previamente lo desmontamos para que la operación de aclarado sea eficaz.
Y esta operación es mejor hacerla en casa.
Aunque también se puede hacer en el pantalán con el debido cuidado de que alguna pieza no caiga al agua, porque entonces tendremos inevitablemente que estrenar bichero.
Ni se os ocurra aprovechar la operación para, en un alarde de experto bricolero, lubricar el interior.
Entonces la pieza de plástico, al contacto con el líquido oleoso, se hincha, y poco a poco va quedando sin movimiento.
Llegado, si llega, este momento, más vale que la última posición sea de bichero extendido, porque así seguirá siéndonos útil como si de un bichero fijo se tratara.
Lo digo por propia experiencia.
No me extraña que, por más que busco no encuentro ninguna oveja ni nada parecido con las patas extensibles.
Pero hay que reconocer que un bichero plegado cabe en cualquier parte, y esto es una clara ventaja respecto de los fijos.
El próximo bichero que compre será plegable, pero llevaré con extremo cuidado y puntualidad las labores de mantenimiento, que se sumarán a la larga lista de mantenimientos de mi barco.
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9.-ULTIMO CAPITULO

“Pienso navegar toda la vida”.

Esta frase es más un deseo que un propósito.

Porque, si  puedo, es decir si las circunstancias, (entre ellas la salud), me lo permiten, seguiré navegando, de forma natural, sin aplicar la fuerza de voluntad que requiere un propósito.

En realidad lo que deseo es que las circunstancias me dejen navegar. 

Tengo un amigo de avanzada edad  que ha decidido retirar al barco antes de que el barco lo retirara a él.

Y yo me pongo en su lugar, como terapia, para ser feliz mientras puedo surcar los mares.

Veamos:

Si llega el día de dejar de navegar,  tendré más tiempo para otras actividades, ahora muy dejadas, como la música, la pintura, o viajar tierra adentro.

Acaso volveré a las cortas distancias en mi relación con el mar, pescando, cogiendo lapas, o erizos , o simplemente paseando mis pies desnudos a lo largo de una playa.

Y sin embargo querré abrazarme a recuerdos de mis años de navegante.

Porque todos, sin darnos cuenta, vamos llenando nuestra casa de recuerdos, que a veces alimentan nuestra nostalgia, y que, inevitablemente van conformando nuestro propio mausoleo.

Yo soy de gustos minimalistas, y no me gustan los ambientes cargados, y por tanto busco símbolos , pocos y escogidos,  que evoquen alguna época  de mi intensa vida.

Y ando buscando un símbolo relacionado con la navegación a vela.

Había pensado en un remo colgado en el umbral de alguna puerta, o en el salón, sobre la chimenea.  Los remos de madera de las pequeñas barcas de pesca son decorativos si son un poco antiguos. Aunque  poca relación tienen con  la navegación a vela.

Desestimados los remos, otra opción es colgar de una pared un timón. De madera. Antiguo. Los he visto en algunos restaurantes de estilo rústico marinero. Los venden en anticuarios a precios de escándalo, y poco tienen que ver con un velero. (A no ser que sea de vela latina, y no es mi caso)

Tampoco un viejo timón es candidato ideal.

He considerado otros elementos como una campana (difícil de ubicar como no sea en la puerta de entrada en sustitución del picaporte),  una lámpara roja y verde de navegación, una bitácora, y otros objetos menores como un cenicero en forma de grillete, un sextante de latón en  miniatura, un candelabro en forma de pequeña hélice, un pisapapeles en forma de noray… Pero ninguno me ha convencido.

También he pensado en un ancla.

Pero el ancla, para colgarla de la pared pesa demasiado y hay peligro que un buen día se desprenda y ocasione un verdadero estropicio, cuando no un accidente que adelante el fatal último acontecimiento de mi vida. Y no quisiera ser víctima de mis propias obsesiones.

La otra opción para la grande y pesada ancla, es colocarla en el suelo. En un rincón del recibidor o del salón donde complete la composición estética de aquel espacio.

Pero un ancla es muy pesada para moverla y poder pasar la fregona, la escoba, o la aspiradora.

Y si se friega, se barre o se aspira sin moverla de su sitio, al cabo del tiempo se forma una aureola de suciedad a su alrededor que, aparte de consideraciones higiénicas, desdibuja el encantador perfil del ancla para convertirla en un todo  de apariencia mórbida, amorfa e inconcreta, que se confunde con el suelo, hasta el extremo que parece una deformación del propio piso.

Y lo peor es que, con el tiempo, te acostumbras a verlo y aceptarlo.

No, no es esto. 

Después de dar muchas vueltas he encontrado un elemento sencillo, ligero, y discreto. Un útil humilde, a menudo maltratado y muchas veces mal usado, que ha sido arma en estropicios y también salvación en momentos comprometidos.

Un elemento  que a menudo acepta conformado,  estar sometido a esfuerzos para las que no fue diseñado, o a fines menos nobles que los correspondientes a su estirpe.

Siempre está a punto, esperando ser usado por manos expertas, y cuando no es así, sigue fiel al barco, esperando  el momento de ser de utilidad.

Un elemento, en fin, que ha sido inspiración incluso para escribir un pequeño libro: El bichero.





EPILOGO

Mientras, bien o mal, sigas usando el bichero,  eres un afortunado navegante porque, aunque no te lo parezca, tu día del bichero no ha llegado.